Mientras aquí, este domingo 23 de abril, estamos con zarandajas, como el día del libro, en Alemania, mucho más sensatos, celebran el día de la Cerveza. De la cerveza alemana, para ser precisos. ¿Por qué de la alemana y no de todas en general? Pues porque están muy orgullosos de la suya.
El motivo es que, precisamente un 23 de abril pero de 1516, el duque Guillermo IV de Baviera dictó la ley de la Pureza de la Cerveza que estipula cómo debe ser elaborada. A partir de cuatro productos: agua, lúpulo, levadura y malta de cebada. Son los mismos elementos con los que, a principios de los años ochenta, fabriqué las tres únicas botellas de cerveza artesanal que he hecho en mi vida, en una habitación ciega donde había muerto la abuela del señor que me vendió el piso. Las hice a partir de una receta que había pillado un amigo en la isla de Man, en el mar de Irlanda.
El día de la Cerveza se celebra desde hace 23 años. El 2003 algunas empreses de Baviera se asociaron para vender, cada 23 de abril, ediciones limitadas de su producción. Cada botella va numerada, luce el sello 'Jahrhgangsbier 23.04' y puede comercializarse hasta finales de agosto.
Me gustaría saber alemán para poder leer en la prensa de ese país qué opinan sus ciudadanos de dos iniciativas cerveceras californianas que ha habido últimamente. De la primera se supo a mediados de marzo. Como es sabido, California sufre una gran sequía. Preocupado por la escasez de agua necesaria para fabricar cerveza, el propietario de la Moon Bay Brewing Company utiliza agua gris: la que antes ha pasado por lavadoras, fregaderos y lavaplatos, y produce una cerveza de estilo indian pale ale. Aplica la misma tecnología de la NASA que utilizó el astronauta Scott Kelly en la Estació Espacial Internacional para reciclar su orina y sudor y, así, no morir de sed. La segunda iniciativa es de la Stone Brewing, de San Diego, que fabrica una cerveza rubia -Full Circle- usando aguas residuales, del váter. Sólo les añade algunas sales, y el proceso implica tres maltas y tres lúpulos diferentes, dos de ellos, de Nueva Zelanda, que le dan un toque exótico. Los catadores dicen que es espléndida. El alcalde de San Diego dice: "Es fantástica. No hay mejor manera de resaltar la pureza de esta agua". Imagino la cara horrorizada del duque Guillermo IV de Baviera y levanto mi copa de cerveza alemana a la salud de su ley de la Pureza. ¡Feliz 23 de abril!
Quim Monzó, a Seré Breve del Magazine de
La Vanguardia de 23/04/17
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