ROCAMBOLESCO, BIZARRO

Hace tiempo que Occidente sufre una invasión: la de los freakies. Y no sólo en ciertos programas de televisión, YouTube o Eurovisión. Están en todas partes y actúan a todas horas. Se producen a diario en cualquier rincón del planeta sucesos tan demenciales, que a los medios de comunicación a menudo les faltan palabras para describirlos. Hay un adjetivo, empero, que se oye cada vez con mayor frecuencia: rocambolesco, que el diccionario de la Academia define como una "serie de hechos o circunstancias extraordinarios, exagerados o inverosímiles". Lo curioso es que no sólo sirve para calificar la actuación del atracador que se pone el pasamontañas del revés y huye del banco sin botín; el comportamiento de no pocos políticos también es merecedor de este atributo.

Rocabolesco viene de Rocambole, el extravagante protagonista de más de una veintena de novelas que gozaron de enorme éxito en su día escritas por el vizconde Pierre-Alexis Ponsard du Terrail (1829-1871). Para bautizar a su héroe, Ponsard resucitó una voz en desuso en francés, pero que aún existe en español: rocambola, que es una especie de ajo.

Algunos esforzados reporteros emplean ahora erróneamente bizarro como sinónimo de rocambolesco, tomándolo de bizarre en inglés (y francés), que quiere decir rocambolesco. Pero resulta que bizarro significa en español valiente, esforzado; nada que ver con los disparates de los freakies.

John W. Wilkinson

a Globish -Magazine

de La Vanguardia, 11/04/10

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