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Sí. Pero le aclaro: no soy judío, y mi infierno nada tuvo que ver con el holocausto judío.
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¿Cuál es la diferencia?
Los nazis me metieron en un campo de trabajo, ¡no de exterminio!
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Distíngalos.
Los judíos fueron víctimas inocentes de la locura criminal nazi: los enviaron a campos de concentración para ser exterminados por ser judíos, sin más. Fue el caso de 6 millones de europeos. Pero no fue mi caso.
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¿Cuàl fue su caso?
Mi caso fue el de otros 4 millones de europeos: nos enviaron a campos no para ser exterminados... sino para trabajar para los alemanes hasta la extenuación o la muerte.
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¿Y de verdad ve mucha diferencia?
Sí: nos esclavizaban por atrevernos a erosionar el dominio nazi, por enfrentarnos al nazismo. ¡Incluso desde los campos algunos se jugaron la vida boicoteando al nazismo!
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¿Insinúa que los judías se amilanaron?
¡Fueron víctimas inocentes! No se rebelaron porque no sospechaban qué harían con ellos los nazis en los campos.
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¿Y qué hicieron con usted?
Los eslovenos antifascistas de Italia acabamos detenidos y enviados a un campo de trabajo nazi, donde nos forzaron a trabajar durísimamente extrayendo y transportando piedra a temperaturas bajo cero, entre la nieve, con un único pedazo de pan cada 24 horas. Así vi morir a muchos compañeros...
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Por el azar de hablar idiomas. Nací esloveno en Trieste: hablaba esloveno, alemán (la lengua de cultura entonces en Centroeuropa), algo de francés (aprendido en el instituto) e italiano, al ser los triestinos anexionados por Italia en 1918.
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¿Y cómo pudo eso salvarle la vida?
Yo tenía una fea herida purulenta en el dedo meñique. El médico del campo hablaba francés... y le gustó hablar francés conmigo. Así, cuando curó el dedo, siguió vendándomelo como si siguiera mal: eso me apartó de trabajos a la intemperie en los que morías...
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Veo su dedo meñique, muy torcido...
Nunca he querido arreglármelo, ¡para recordar que le debo la vida! Y hablar alemán me hizo útil como intérprete en el campo, y eso también me apartó de trabajos muy duros...
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¿Esto le ha hecho sentir culpable?
De algún modo... Aunque no hice mal a nadie. Pero sí siento remordimientos por algo.
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¿Por qué cosa?
Yo había logrado ocultar unos cigarrillos. Un compañero me tendió su trozo de pan a cambio de los cigarrillos. El hambre era terrible... y acepté. Y él murió. No me perdono eso: ¡debería haberle propuesto compartir!.
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...
Te animalizaban, ¡era su victoria! Estábamos todos al filo de la muerte, mirándonos de reojo para quedarnos con el pan del otro.
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¿Había violencia?
Sólo robos: la disentería te deja la boca tan seca que no puedes comer, y escondías tu trozo de pan para luego, y ahí era cuando te lo podían robar. También estabas atento a que alguno muriese... para cogerle su pan.
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¿Dónde estaba Dios?
Al principio yo aún rezaba: me formé en un seminario... Luego me olvidé. No hay un dios unipersonal. Todo era noche y niebla... Pero ni culpar puedo a aquellos guardias...
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¿Por qué no?
Eran hijos de una educación que les había convencido de que estaban mejorando el mundo al someter a pueblos inferiores.
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¿Qué le estremece todavía?
Luego he sabido que en el pozo negro de las letrinas -allí donde me ordenaban llenar cubos de excrementos para abonar el huerto y el jardín del comandante del campo- se vertían las cenizas de compañeros incinerados. El aire olía a carne quemada, pero yo no sabía que las cenizas acababan en la mierda...
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Y está bien que así sea para recordar lo que pasó allí, y por eso yo escribo. He estado de visita en ese campo (Natzweiler-Struthof) y he visto a una pareja besándose, a niños jugando y riendo... ¿Ven ellos lo que yo veo allí? ¡No! Bajo esa carretera pulcramente asfaltada, esos barracones remozados, esa bella puesta de sol..., ¡yo veo horror! Y por eso lo cuento, en nombre de tantos muertos.
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¿Tendemos a olvidar lo peor?
¡No hemos aprendido nada! En Italia y Eslovenia ya pasamos cuentas con el comunismo, ¡y estuvo bien hacerlo!, pero no con el fascismo ni con tantos colaboracionistas con el fascismo. Mire: ¡Berlusconi cita a Mussolini... y se queda tan ancho!
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¿Qué propone?
Que los niños sepan de qué somos capaces, en vez de andar memorizando quién ganó guerras o nombres de generales. ¡Que sepan de los héroes anónimos!
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¿En quiénes está pensando?
Ingeniero forzados a trabajar en los misiles V2 contra Londres, que los boicoteaban: colocaban piezas defectuosas para que un misil fallase. ¡Y sabía que, cuando uno fallaba, Von Braun ordenaba una investigación... y alguno era ahorcado! Por cierto, el criminal Von Braun luego le llenaríamos de honores por llevarnos a la Luna...
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¿Cómo se vive tras aquel espanto?
Cada mañana abro los ojos... y me da igual si es lunes o domingo. Navidad u otro día: lo agradezco como un regalo de la vida. Camino por la montaña, me arrodillo ante un paisaje... y me digo: '¡Qué suerte estar aquí!'
Entrevista al sr. Boris Pahor
de Víctor-M. Amela
a La Contra de La Vanguardia del 04/09/10
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Coses com aquesta l'hauriem de llegir cada mati, per recorda-mos, que encara que tinguem els nostres problemes, tenim una sort inmensa!!!!!
ResponEliminasí, aquests testimonis ens haurien d'ajudar a viure la vida d'una altra manera...
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