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A una parte de la promoción de los jóvenes aunque sobradamente preparados, las empresas en las que estaban trabajando les regalaron por Navidad el panfleto ¿Quién se ha llevado mi queso? Con esa bazofia motivacional cambiaron de siglo recitando el nuevo catecismo liberal y creyendo en el mercado sobre todas las cosas. Tenían donde trabajar y les daban libros de aguinaldo. Según la última edición del catecismo liberal -"nadie regala nada"-, deberían haber sospechado del obsequio, una fábula con ratones y enano acerca de los cambios en el trabajo y en la vida, que enseñaba a pasar a buen ritmo las cuatro fases de la reacción: resistirse a lo nuevo por miedo a algo peor; aprender a adaptarse cuando se comprende que puede conducir a algo mejor, detectar pronto el cambio y apresurarse hacia la acción. ¡Adelante, dinámica muchachada!
Visto en la distancia de estos años pedregosos, la principal advertencia era que alguien se les iba a llevar el queso. "Llevar", sí, aunque por el posesivo "mi" se deduce que ese queso era de alguien y que no se lo llevaron, se lo robaron. Muchos de aquellos jóvenes profesionales no encontraron más queso que el de la ensalada César que comían a toda prisa para volver al tabajo conseguido gracias asu carrera y su máster y ¡remunerado con mil euros!.
Ahora que sabemos que no era del queso sino la casa, el empleo, los ahorros, un tercio del sueldo, parte de la atención médica, de la enseñanza de los hijos, un montón de servicios sociales (subraye lo que le corresponda) lo que se llevaron y, superadas la fase de culpar a todos para repartir el pecado y acumular el beneficio y la de culpar a cada quien por no ser capaz de mantener su felicidad, la idea que más se repite es la del aprender a resistir el fracaso. Qué pestiño. Aprovechan cualquier cosa. Una de las frases más rescatadas del Mandela insepulto fue "la mayor gloria de vivir no descansa en nunca fracasar, sino en levantarnos cada vez que fracasamos". ¡Mira que no dijo cosas!
La resiliencia es un término de la mecánica que la psicología utiliza para definir la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límites y sobreponerse a ellas. Hace poco tiempo se difundía entre las personas a las que un accidente de autobús o un tornado habían desguazado la existencia, pero ahora se aplica a la vida normal. El nuevo mensaje no es el de afrontar el cambio sin miedo y la tragedia con entereza sino el de aceptar el fracaso de antemano y volver a por más. ¡Siga participando!.
Es una idea muy necesaria. La vida hay que buscársela, y el autoempleo es una posibilidad, pero sólo una. Intentarlo mueve dinero, saca personas de la lista del paro, y uno de cada diez sobrevivirá en esa escabechina natural. Sea, pero recuérdese que se vende el fracaso aunque sólo se compre el éxito. Que el presente continuo nos lleve al 2014 sin comprar motos, salvo quien quiera o necesite un vehículo de motor con dos ruedas. ¡Salud!
Javier Cuervo a Alrededores
del Magazine de La Vanguardia del 29/12/13
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