CAPITULO VI
El derecho natural es aquel que la naturaleza indica a todos los hombres. Habéis criado a vuestro hijo, os debe respeto como a padre suyo, gratitud como a su bienhechor. Tenéis derecho a los productos de la tierra que habéis cultivado con vuestras manos. Habéis hecho y recibido una promesa, debe ser cumplida.
El derecho humano no puede estar fundado en ningún caso más que sobre este derecho de naturaleza; y el gran principio, el principio universal de uno y otro, es, en toda la tierra: "No hagas lo que no querrías que te hiciesen". No se entiende cómo, siguiendo ese principio, un hombre puede decir a otro: "Cree lo que yo creo y no lo que tú puedes creer, o perecerás". Es lo que se dice en Portugal, en España, en Goa. En la actualidad, en algunos otros países se contentan en decir: "Cree, o te aborrezco; cree, o he de hacerte todo el daño que pueda; monstruo, no tienes mi religión, por tanto no tienes religión: es preciso que inspires horror a tus vecinos, a tu ciudad, a tu provincia".
Si fuese de derecho humano comportarse así, sería preciso que el japonés detestase al chino, que a su vez execraría al siamés; éste perseguiría a los gangáridas, que arremeterían contra los habitantes del Indo; un mongol le arrancaría el corazón al primer malabar que encontrase; el malabar podría degollar al persa, que podría matar al turco; y todos juntos se arrojarían sobre los cristianos, que durante tanto tiempo se han devorado unos a otros.
El derecho de la intolerancia es, por tanto, absurdo y bárbaro;es el derecho de los tigres, y es mucho más horrible, porque los tigres sólo desgarran para comer, y nosotros nos hemos exterminado por unos párrafos.
Voltaire (1763: 111-112)
Tratado sobre la Tolerancia
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