Él se quedaría en este útero para siempre. Debía recordar eso. No debía esperar ni confiar en algo diferente. Esta sería su vida desde hora y cada día y cada hora y cada minuto. Ya nunca podría decir hola cómo estás te amo. Nunca podría volver a oír música o el susurro del viento a través de los árboles o el arrullo del agua corriendo. Nunca volvería oler el aroma de un filete friéndose en la cocina de su madre o la humedad de la primavera en el aire o la maravillosa fragancia de la artemisa arrastrada por el viento a través de una ancha pradera. Nunca podría volver a ver las caras de personas que le hacían sentir feliz con solo mirarlas como Kareen. Nunca podría volver a ver la luz del sol o las estrellas o la hierba fresca que crece en una ladera de Colorado.
Nunca volvería a caminar con sus piernas sobre el suelo. Nunca volvería a correr ni a saltar ni a estirarse cuando estaba cansado. Nunca volvería a estar cansado.
Si el lugar en el que yacía se incendiase él simplemente se quedaría allí y se quemaría. Ardería con él y no podría hacer el menor movimiento. Si sintiera un insecto paseándose por el muñón que era su cuerpo no podría hacer nada para aliviar el escozor que salvo quizá retorcerse un poco contra las sábanas. Y esa vida no solo duraría hoy o mañana o hasta la semana que viene. Estaba en aquel útero para siempre. No era ningún sueño. Era real.
Se preguntaba cómo habría logrado sobrevivir a aquello. Oyes hablar a alguien que se rasca el pulgar y al minuto siguiente ha muerto. El alpinista que se caía de un escalón de su casa y se fracturaba el cráneo y moría el jueves. Tu mejor amigo que iba al hospital a que le extirparan el apéndice y cuatro o cinco días después estaba ante su tumba. Un pequeño germen como la gripe que se llevaba por delante a quizá diez millones de personas en un solo invierno. Entonces ¿cómo podía un tipo perder los brazos y las piernas y las orejas y los ojos y la nariz y la boca y seguir vivo? ¿Qué sentido tiene algo como eso?.
Aun así había mucha gente que había perdido solo las piernas o solo los brazos y seguía viviendo. Así que tal vez era razonable pensar que un hombre pudiera vivir perfectamente tras perder tanto las piernas como los brazos. Si una cosa era posible probablemente ambas eran posibles. Los médicos se estaban volviendo muy inteligentes especialmente ahora que había pasado tres o cuatro años en el ejército con cantidad de material en bruto con el que experimentar. Si te cogían a tiempo de que no te desangraras hasta morir podían salvarte de casi cualquier tipo de herida. Evidentemente le habían cogido a tiempo.
Dalton Trumbo (1939:84-86). Johnny cogió su fusil
En alguna ocasió, millor que no et salvin....
ResponEliminaCert, aquest llibre ens ve a demostrar el què dius... la Vida és molt bonica, però en alguns casos millor que no et salvin :( :(
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