Estas semanas nos hemos hartado de ver, en televisión, imágenes de rebeldes libios disparando tiros al cielo para celebrar cada uno de sus avances. No es ninguna novedad. En muchos países en guerra, cada vez que uno de los bandos celebra una victoria, cogen el fusil, lo dirigen hacia arriba y se ponen a disparar como locos. Sucedió en Iraq, sucedió en los Balcanes, sucede en Afganistán. Y estoy convencido de que también en Europa sucedía algo parecido en las guerras de los años treinta y cuarenta. ¿Y no nos hemos hartado de ver, en las películas del Oeste, cómo los garrulos disparan sus armas al cielo? Aún ahora, a los hospitales de Estados Unidos cada año acuden miles de personas heridas por balas que caen del cielo; una parte de ellas muere.
Está claro que, aunque el cielo sea infinito y la Tierra bastante grande, si disparas hacia arriba, las balas vuelven a caer, sea aquí o allá. Es probable que caigan donde en aquel momento no pase nadie, pero no siempre es así. En la BBC entrevistaban el otro día a diversos especialistas en la materia. David Dayson, experto en balística, explicaba: "Las balas suben a gran altura cuando disparas, pero lo que no se sabe es dónde irán a parar". Peter Squires, catedrático de la Universidad de Brighton, dice que probablemente la costumbre provenga del hecho de que la gente asocia las armas a la virilidad y el ego, aunque también podría derivar del ritual de disparar veintiún tiros de salva en las funerales militares. La BBC daba también datos de diversos países. En 1991, en Kuwait, las balas que tiraron al aire para celebrar el fin de la guerra del Pérsico mataron a veinte personas. En Filipinas, hace unos mesos, para celebrar la llegada del nuevo año dispararon al aire y, al caer, las balas mataron a tres señores. En Turquía, el año pasado, en una boda, para mostrar su alegría, el novio cogió su AK-47 y lo disparó al aire. Al cabo, del cielo volvieron las balas y mataron a tres de sus familiares. Y, en el 2007, en Bagdad, cuando la selección de Iraq derrotó a la de Vietnam en la Copa de Asia de fútbol, para celebrarlo la gente salió a la calle disparando sus fusiles al aire. En su regreso a la tierra las balas mataron a tres personas.
En Macedonia, antes de Nochevieja montaron una campaña publicitaria con el eslogan "Las balas no son tarjetas de felicitación: celébrelo sin armas". Los serbios, también: "Toda bala disparada hacia arriba acaba por bajar". Para evitar esos problemas, en muchos estado americanos disparar al cielo está prohibido, aunque la gente hace poco caso. Por mucho que el hombre haya avanzado desde las gruas y la prehistoria y ahora viva en rascacielos y viaje a otros planetas, hay una ley que aún nadie ha conseguido dominar: la de la gravedad. En la parte inicial de 2001, una odisea del espacio un primate arroja hacia arriba un hueso grande y el hueso se eleva y se eleva, a cámara lenta, cada vez más y más lejos, cielo arriba... Pero eso es cine. En la vida real, tras subir un trecho, el hueso vuelve a bajar, te cae en la cabeza y te la tritura. Lo mismo con las balas. Mientras no consigáis vencer la ley de la gravedad, dejaos de chorradas, pedazos de memos.
Quim Monzó, a Seré Breve
del Magazine de La Vanguardia del 1809/11