dimarts, 18 d’agost del 2009

Y SIN EMBARGO...

"Y, sin embargo, cuando más adelante me tocaron dos o tres veces dicha sonata, resultó que la conocía perfectamente. Por eso, no deja de ser apropiado que digamos 'oír por primera vez'. Si de verdad no hubiésemos distinguido nada -como creíamos- en la primera audición, la segunda y la tercera serían en la misma medida primeras y no habría razón para que comprendiésemos algo más en la décima. Probablemente lo que falta la primera vez no es la comprensión, sino la memoria. Pues la nuestra es -respecto de la complejidad de las impresiones que debe arrastrar mientras escuchamos- ínfima, tan breve como la de un hombre que al dormir piensa mil cosas al instante olvidados o que, por haber vuelto a medias a la infancia, no recuerda, un minuto después, lo que acaban de decirle. La memoria no puede brindarnos de inmediato el recuerdo de esas impresiones múltiples. Pero éste se va formando en ella poco a poco y respecto de las obras que hemos oído dos o tres veces somos como el colegial que ha leído varias veces, antes de dormirse, una lección que creía no saber y que recita de memoria la mañana siguiente. (p. 99-100)"

"Ahora bien, los recuerdos amorosos no son una excepción de las leyes generales de la memoria, regidas, a su vez, por las -más generales- de la costumbre. Como ésta lo debilita todo, lo que mejor nos recuerda a una persona es precisamente lo que habíamos olvidado (porque era insignificante y lo habíamos conservado, así, con toda su fuerza). Por eso, la mejor parte de nuestra memoria está fuera, en una ráfaga lluviosa, en el olor a cerrado de una habitación o en el de una primera llamarada, donde quiera que recuperemos de nosostros mismos lo que nuestra inteligencia -por resultarle inútil- había desdeñado, la última reserva del pasado, la mejor, la que, cuando todas nuestras lágrimas parecen agotadas, saben aún hacernos llorar. ¿Fuera de nosotros? En nosotros, mejor dicho, pero oculta a nuestras miradas, en un olvido más o menos prolongado. Gracias exclusivamente a ese olvido podemos recuperar de vez en cuando la persona que fuimos, colocarnos ante las cosas como estaba aquella persona, sufrir de nuevo, porque ya no somos nosotros, sino ella, y amaba lo que ahor nos resulta indiferente. Con la claridad de la memoria habitual, las imágenes del pasado palidecen poco a poco, se borran, ya no queda nada de ellas, no las recuperamos nunca más." (p.207-208)
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Marcel Proust (1913),
En busca del Tiempo Perdido
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2 comentaris:

Jesús M. Tibau ha dit...

mmm, un dels llibres que tinc pendents de fa temps

Ciutadà K ha dit...

...és un plaer... i el fet de està 'partit' en 7 llibres.. pot gaudir-ne per 7!!!

:P