
Según explican, los jóvenes británicos que en los años setenta y ochenta visitaban Benidorm ya se han hecho mayores -cosa lógica, le pasa a todo el mundo- y ahora, muchos de ellos regresan en busca de lo que entonces disfrutaron: alcohol, drogas y sexo. Una abuela "in her late 50s" explica cómo pasó la aduana con cocaína escondida en un inhalador sinusal: "Es fácil. Con tantas pastilla como llevo encima a nadie se le ocurre mirar a ver qué hay en el tubo del inhalador. Aunque, si tengo que ser sincera, las drogas aquí son bastante baratas". A remarcar el hecho de que el reportero considere que una mujer "in her late 50s" pertenece ya a la categoría de vieja. ¿Qué edad debe tener él?.
Locales con strippers, prostituta de Europa del este por calle, farlopa, éxtasis, marihuana... En la calle Gerona se puede conseguir de todo, cuenta. La noticia intenta despertar la curiosidad morbosa. Ahí es nada imaginar a jubilados emborrachándose, drogándose y asistiendo a espectáculos de porno... Pero es evidente que la crónica está bastante exagerada. Lo único que te hace creer que un pequeño tanto por ciento de lo que se narra es verdad son la fotos de viejos tumbados en las aceras, con cogorzas descomunales. Mientras intento discernir qué hay de verdad y de mentira en esa nueva muestra de "periodismo del siglo XXI", me viene a la cabeza un buen amigo, cantante de boleros, que hará un par de décadas y tras haber pasado por dos operaciones de corazón, una noche la lió gorda y murió durante una maratón de sexo, alcohol y drogas; auténtica, no de las que el reportaje sobre Benidorm imagina para conseguir clicks de los lectores. Su entierro congregó a los más selecto de la bohemia barcelonesa. Yo no fui porque no soporto las despedidas.
Quim Monzó a Seré Breve
del Magazine de La Vanguardia.
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