Este verano tomé una decisión irrevocable. Inspirado por el ejemplo de Greta Thunberg, decidí no coger nunca más un avión ni un tren de alta velocidad en mi vida, para no dejar el planeta perdido de CO2. Es mi grano de arena en la lucha contra la crisis climática. Un grano de arena es poca cosa, pero millones de granos de arena forman una playa.
Mi decisión ha hecho que estas fechas navideñas me haya quedado en casa, en vez de ir a las Seychelles o Pernambuco, como hacía cada fin de año. No tengo yo un catamarán sostenible para pasearme por el mundo. De haber sido así, esta vez hubiese optado por Japón. Nunca he estado en Japón por Navidad. (Ni por Navidad ni en ninguna época del año, todo sea dicho). Hubiera ido a Fukuoka, una linda ciudad situada en el norte de la isla Kyushu, lugar de nacimiento de la célebre cantante Ayumi Hamasaki, que combina con maestría electropop, roch y rhythm and blues.
Pero, aun siendo mucha mi admiración por Ayumi Hamasaki, no hubiera viajado a Fukuoka por ella, sino porque tiene el hotel más barato del mundo. Dispone de diez habitaciones, pero si te alojas en la número 8 pagas menos de un euro al día. Exactamente, 80 céntimos. Pero alojarse en esa habitación tiene condiciones. Durante toda tu estancia, una serie de cámaras te filman constantemente y, por Youtube, transmiten en directo tus actividades. Veinticuatro horas a día. Sin sonido. Y sin cámaras en el cuarto de baño. Otra condición: nada de mantener relaciones sexuales en esa habitación. Supongo que se refieren a relaciones sexuales entre dos o más personas porque, practicado con discreción, un buen edredoning autosatisfactorio no es fácil de detectar. Nadie sospechará.
¿Qué gana el propietario del hotel con ese invento? Pues el dinero de las empresas que ponen anuncios durante el streaming. El canal tiene miles de suscriptores lo suficientemente tarados como para pasarse horas ante la tele contemplando qué hace un tipo en su habitación de hotel. Bueno, Andy Warhol hizo algo parecido en sus películas Sleep y Eat, y bien lo alababa la gente. ¿Qué gana el huésped? Pues aparte de pagar sólo 80 céntimos por noche, sentirse como un concursante de Gran Hermano. Un montón de personas observando cada movimiento tuyo, sin tener que soportar al resto de memos, sin que nadie te nomine y con la facilidad de largarte cuando a ti te dé la gana. Feliz año nuevo.
Quim Monzó a Seré Breve del Magazine
de La Vanguardia del 29/12/19
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