Yo podría ser un mago, porque mi habilidad para confundir a los demás no tiene límites. O prestidigitador, pero de la lengua para afuera. Ofusco a los demás mientras platico. Y no lo hago por gusto sino porque en alguna parte aprendí que la amabilidad debía mostrarse con palabras, un equívoco que una vez convertido en hábito indiscutible provoca pequeños pero frecuentes desbarajustes. Ya me dijo Edith Warthon en sus memorias que en la vida uno puede hacer lo que quiera, siempre y cuando no trate de explicarlo.
Como si nunca hubiera oído el consejo, voy por la vida dando explicaciones.Y, mientras las encuentro, confundo a los demás.
Mis seres más cercanos saben esto. Con todo, a cada rato logro confundirlos.
Angeles Mastretta (2012:97).
La emoción de las cosas
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada