
Pronto se cumplirán cuarenta años de aquellos anuncios. Cuarenta años son muchos, las cosas se olvidan y nacen nuevas generaciones que no han oído aquella frase. El otro día fui a desayunar al bar de la esquina. Iba yo la mar de feliz con una camiseta verde botella que me he comprado hace poco y una de las clientas habituales -Conchita, que toma siempre un cortado y un Donut antes de salir pitando hacia el trabajo- me dijo:
- Vaya camiseta. ¿No has tenido tiempo de plancharla o qué?
Como cada vez soy más lento de reflejos -la edad no perdona- y ella debió nacer como mínimo dos décadas después de la frase, no supe qué contestarle. Pero, más tarde, en casa, recordé que hará ocho o nueve años surgió una polémica sobre la conveniencia de planchar la ropa. El argumento de los que están en contra de hacerlo es que planchar contribuye al calentamiento global, por el gasto de energía que supone. (Con el gran tótem hemos topado: el calentamiento global). Ahora veo que la campaña ha ido creciendo con el paso de los años. Organizaciones ambientalistas abogan por eliminar por completo el uso de la plancha. Además, lucir ropa arrugada demuestra a los ojos de los que te rodean que eres una persona sensible, que no contribuye a la crisis climática. Ya no es que la arruga sea bella, sino que, además, te permite evidenciar hasta qué punto eres responsable. ¡La coartada que necesitaba a estas alturas! Lástima que durante este mes de agosto el bar de la esquina esté cerrado por vacaciones, pero en cuanto llegue septiembre y vuelva a encontrarme con Conchita será lo primero que le diré.
Quim Monzó a Seré Breve del Magazine
de La Vanguardia del 11/08/19
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