En uno de sus libros, Ernesto Carletti dejó una frase para la historia: "Después de Adán no hay forma de cometer un pecado original". Lamentablemente, leí el libro cuando ya era mayor y no de niño, época en la que me hubiera sido la mar de útil para rebatir (mentalmente, cara a cara con el profesor no me hubiera atrevido) lo que me enseñaba en clase religión. Lo del pecado original me tenía desconcertado. ¿A santo de qué era yo culpable de un pecado en el que, supuestamente, habían incurrido Adán y Eva en el Paraíso Terrenal al comer una manzana del árbol de la ciencia del bien y del mal? Si eso fue un delito, que lo pagaran ellos y no sus descendientes. Me parecía de toda lógica. En los tribunales, si a un señor lo juzgan y lo consideran culpable de un asesinato es a él a quien condenan, sea a prisión (o a pena de muerte, en algunos estados) y no a sus hijos, sus nietos, sus biznietos y sus tataranietos.
Me advirtieron de muchos pecados más. Los veniales, los leves, "que la gracia de Dios repara si te arrepientes con un simple acto de constricción". Y, total, al cabo de estos pecados sólo añaden tiempo de purgatorio. Nada importante, pues. Los graves eran los capitales: la lujuria, la ira, la soberbia, la envidia, la avaricia, la pereza y la gula.
Con el paso de los años, fui entendiendo qué había detrás de todas esas palabras que, de crío, me sonaban a chino. Era pecado no ir a misa los domingos. Vale. Era pecado desear lo que el otro tiene. Ahí lo tenía fatal porque a menudo envidiaba los juguetes que tenían otros niños. Era pecado el consumo de estupefacientes y es pecado comerciar con ellos. Bueno. No sabía ni lo que eran. Era pecado asesinar a alguien aunque te caiga fatal. Era pecado el incesto (¡con lo que me gustaba mi prima Marujita!) y también lo es mentir. Y asimismo lo era que un hombre y una mujer copulen si no están casados. (En aquella época la posibilidad de que copulasen dos hombres o dos mujeres nunca se mencionaba).
Ahora el Papa anuncia un nuevo pecado: "Debemos introducir en el catecismo de la Iglesia católica el pecado ecológico contra nuestra casa común. Es un acto u omisión contra Dios, contra el prójimo, la comunidad y el medio ambiente". Hasta Bergoglio ve que hay que ponerse al día. La causa medioambiental arrasa, Greta Thunberg encandila a mucha gente y, con la creciente pérdida de fieles en las parroquias, no está la cosa como para que sea ella quien se lleve los laureles.
Quim Monzó a Seré Breve del Magazine
de La Vanguardia del 08/12/19
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