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De modo que, al ver
todos esos datos y darse cuenta de la situación, a partir de ahora a la que a
alguien lo sancionen tres veces por no llevar a los niños con los elementos de
protección adecuados y bien colocados, el fiscal de menores intervendrá y
controlará a los padres. El control puede consistir en asignar al niño una
vigilancia de protección, pero Vargas dejó claro que los padres podrían incluso
llegar a perder la tutela por su dejadez y, caso de morir el niño, ingresar en
prisión por homicidio imprudente. Estremece leer la parte del estudio que
constata que, si hubiese llevado correctamente puestos los elementos de
protección, el 51 por ciento de los niños fallecidos en accidente de coche el
año pasado habría salvado su vida.
Conozco a muchas
personas que al enterarse de la noticia han puesto el grito en el cielo. Lo
consideran una intromisión más del Estado en la vida privada de las personas,
una especie de obsesión enfermiza en legislar y reglamentar hasta los usos y
costumbres más íntimos. Pues, ya me perdonarán, pero a mí me parece la mar de
bien. ¿Qué quieren que les diga? Desde hace décadas he ido viendo la
inconsciencia con la que algunos padres llevan a sus hijos en el coche. Es
aterradora. Cuando suben, los adultos se ponen el cinturón de seguridad, pero,
con la excusa de que son unos salvajes indomables, los niños van sueltos, sin
cinturón de seguridad, se levantan, se sientan de cualquier forma… Seguro que
se trata de padres que adoran a sus hijos, que no mienten cuando dicen que
darían su vida por ellos, pero alguna venda deben tener ante los ojos que les
impide ver que sus hijos son seres fragilísimos y que, en un frenazo brusco,
sus cabezas pueden chocar a una velocidad de vértigo contral o que sea que
tengan delante. Y, si en vez de un frenazo es un choque, si los niños no están
correctamente sujetos, por su poco pesa saldrán despedidos hacia delante,
atravesarán el parabrisas y pasarán a formar parte de ese 51 por ciento de
niños muertos en accidente por negligencia paterna. Es indiscutible que, para
unos padres a los que se le muere un hijo, no hay pena peor que esa, pero
también es indiscutible que hay mucho inconsciente suelto, y que ya basta de
tanto niño muerto por culpa de esa inconsciencia. Los menores no tienen por qué
pagar con su vida la tontería de sus padres
del Magazine de la Vanguardia
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