No hay un paisaje más lujoso que este que se mira en los hijos.
Cuando los míos hablan de cine o de justicia, de amor o de su padre, son como árboles. Extienden sus ramas sobre la mesa en la que tomamos café y cobijan mi contemplación con el tapiz de sus voces vehementes. Entonces flotan, como árboles marinos.
Angeles Mastretta (2012:187)
La emoción de las cosas
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