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Ese mismo día recibí una carta de Albert Goldstein. No tengo ni idea de cómo la misiva logró llegar hasta Sarajevo, sólo sé que me la trajo un amigo del hospital y que era inusualmente larga, dos o tres folios, escritos con una letra minúscula y casi ilegible.
En esa estación del año, las sombras de los anocheceres sarajevistas se abaten sobre la tierra a una hora muy temprana de la tarde, por lo que la carta de mi amigo nos puso ante un difícil elección: no podíamos leerla en pleno día, porque había que aprovechar la luz para ir en busca de agua y comida, y por la noche tampoco podíamos, porque la caligrafía de Goldstein era demasiado diminuta para leerla a la luz de la lámpara de aceite. Durante varios días llevé la carta sin leer en el bolsillo, pues no lograba decidirme entre el deseo de conocer las palabras de mi amigo y la necesidad de ahorrar aceite.
El ejército Popular Yugoslavo decidió por mí, como en tantas otras cosas. Una noche atacó Marindvor con carros de combate y grandes cañones e hirió gravemente a un vecino. Al día siguiente estábamos cansados, tristes, desesperanzados, y mi esposa se acordó de la carta que demostraba que no estábamos solos en el mundo. (La prueba de tu existencia no es que pienses, como creía un señor muy sabio. La prueba de que existes de verdad la da el hecho de que alguien piense en ti). Fabriqué dos candiles más, puse la carta en la mesa, la rodeé con las tres lamparillas y empecé a descifrar la letra de Goldstein. Durante tres noches derrochamos aceiete para leer la carta, llena de sincera preocupación y afectuosa comprensión por nuestros problemas. Este despilfarro nos dejó sin aceite, pero renovó nuestra esperanza, la sensación de que existíamos de verdad, el deseo de charlar una vez más con personas queridas. En mi calendario íntimo, el único que tiene sentido en la guerra, señalamos las tres noches transcurridas en torno a la carta ilegible de una amigo como una 'orgía de consuelo'. Si volvía a ver a Goldstein alguna vez, no comprobaría si recordaba lo que había escrito en la carta, que no conseguí acabar pese a tanto dispendio; no podría perdonarle que no se acordara; aunque en realidad esto no fuera importante."
Karahasan, Dzevad (1993)
Sarajevo diario de un éxodo
(el subratllar és del Ciutadà K)
5 comentaris:
he llegit el subratllat (gràcies!). quina frase més bonica, i quanta raó!
BON DIA, CIUTADÀ ZEN!!! :P
No tinc temps de llegir-ho, dema en mes calma
.. no hi pressa... xino-xano... rotllo zen...
tenies feina acumulada, eh Nur???
potser actualitzem massa???? potser no, eh????
si us estresseu paro una miqueta
;)
ESTRES NO!!!!!
que estem en un blog Zen...
bon dia al bloc zen del ciutadà!
m'agrada, I MOLT, la frase marcada. que bonica que és!
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