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El problema es que a la barbas, sobre todo abundantemente pilosas, son uno de los distintivos de los fundamentalistas musulmanes. Turquía es un país que pasó al laicismo a partir de la llegada de Kemal Atatürk al poder, hace un porrón de años, y ahora, con el presidente Erdogan, vive un proceso de reislamización. Losque aún se mantienen fieles a la idea de que el Estado no debe mostrar preferencias religiosas creen que esas barbas son un mal ejemplo para la ciudadanía. Dice el presidente del Gençlerbirligi a sus jugadores:"Pero ¿esto qué es? ¿Una escuela de imanes? Sois deportistas y tenéis que dar ejemplo a los jóvenes. Yo tengo ochenta años y me afeito cada día". (Yo no los tengo y cada vez me da más pereza). Lo bueno del caso es que la mayoría de esos futbolistas -o quizás todos ellos- no llevan barbas porque vayan de islamistas, sino de modelnos, hipsters o lumbersexuales.
Un problema semejante se da en otro país de Oriente Medio, Líbano, donde los policías se las ven para distinguir a los hipsters de los yihadistas. La revista New York explica los problemas de un camarero en Beirut, que lleva una barba densa y cuidada (cada mañana dedica media hora a arreglársela) y que ve como no pasa día sin que la policía le pare por la calle y le interrogue sobre sus opiniones políticas, de forma que empieza a pensar que lo más práctico sería afeitársela. O eso o, como le aconsejan los que bien le quieren (empezando por New York), llevar siempre consigo, a la vista, un paquete de cigarrillos o una petaca con alguna bebida alcohólica, productos de los que todo auténtico yihadista abomina.
Quim Monzó a Seré Breve del Magazine
de La Vanguardia del 07/12/14
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