
Se equivoca quien crea que aquí eso nunca pasará. Igual que se equivocaban los que se echaron las manos a la cabeza cuando, hace décadas, en Nueva York empezaron a implantar las primera medidas antitabaquistas. En el 2003 prohibieron fumar en bares y restaurantes, y eliminaron las máquinas de tabaco que había en todos ellos, máquinas que, además del paquete, te escupían una carterilla de fósforos. Con la ley ya en funcionamiento, qué extraño fue regresar a Nueva York por primera vez y ver que, en los bares que habías frecuentado, las máquinas habían desaparecido y el aire era transparente, no la espesa niebla de humo que conocías. Luego, en el 2003, el alcalde Bloomberh prohibió fumar en las playas y en los parques. Recuerdo la guasa que hubo aquí y allá:
- Vaya tontería. A fer si los árboles también van a desarrollar cáncer por culpa de los cigarrillos...
El siguiente paso lo dieron el año pasado, cuando el alcalde De Blasio dictó medidas que vetaban la venta de tabaco en las farmacias y un aumento descomunal del precio de las cajetillas, como luego ha pasado también en Francia, y aquí.
Las iniciativas de los americanos siempre provocan cachondeo en Europa, pero al cabo de un tiempo las copiamos. Por eso, vayámonos haciendo a la idea de que, más pronto o más tarde, podremos fumar en la calle, pero parados. Apoyados en una pared o en una farola, y teniendo en cuenta que, en este caso, siempre puede acercársenos alguien que nos tome por una puta o un chapero y nos pregunte:
- ¿Cuánto por un completo?
Quim Monzó a Seré Breve del Magazine
de La Vanguardia del 15/04/18
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