dimecres, 14 de maig del 2025

UN BUEN CONSEJO

 


Hay un señor inglés que se llama William Hanson que da consejos sobre etiqueta. Avisa, por ejemplo, que cuando una come guisantes no los tiene que recoger con el tenedor como si fuera una pala, porque caen por todas partes, sino que debería pincharlos uno por uno. Un croissant se tendría que degustar con las manos, pero no se puede sumergir en el café. En el caso de una tostada, es de malos modales untarla entera de mermelada y mantequilla, este señor explica que se tiene que romper un trozo de rebanada del tamaño de un mordisco, untarlo e ingerirlo, y así progresivamente.

Yo cada vez más procuro no dar consejos. No darlos si no me los han pedido y pensármelo muy bien si me los han pedido. Pero estaba sentada en una mesa el otro día delante de un plato de cordero a la brasa, y la persona a mi lado dio un consejo que me hizo reír. Dijo: "Siempre puedes optar por el crimen organizado". Era una broma. Pero lo propuso tan seriamente, en un tono tan próximo al que se supone que debe utilizar alguien que se preocupa lo bastante de tus problemas como para pensar posibles soluciones, que la mesa necesitó unos segundos para entenderla. Todo el mundo lo procesó primero como una recomendación formal. Cuando se entendió la sugerencia, apareció el desconcierto, y desde el desconcierto, la hilaridad.

Me pareció un buen consejo. No tanto el de recurrir a la mafia sino el hecho de recomendar algo inverosímil. Desproporcionado. Absurdo. E intenté recordar cuál es el mejor consejo que me han dado nunca. Me vino uno a la cabeza, que no me dieron, que robé. Una vez conocí a alguien que había profesionalizado vivir de jugar a las cartas y su única consigna era saber parar. Tanto si ganaba como si perdía. Saber parar.

Y ya entonces creí que era un gran lema aplicable a muchas cosas. Las primeras que me vienen a la cabeza: saber parar de comer calçots o pedir gin-tonics, de beber té después de las seis o de hacer cosquillas a alguien que ya no puede ni hablar, o de cortar leña aunque por enésima vez el próximo tronco parezca fácil de partir, saber parar de escrolear o mirar videos sobre etiqueta o de buscar lámparas de segunda mano en Wallapop, o saber parar de escribir este artículo si son las doce menos cuarto de la noche y mañana lo puedo terminar.

Irene Solá a La Vanguardia del 22/02/25