Terry Pratchett fue un escritor inglés de libros de fantasía, de ciencia ficción en la mayoría de los casos. Escribió docenas de ellos y ahora es el narrador británico con más ejemplares vendidos (85 millones, en treinta y siete idiomas) si exceptuamos a J. K . Rowling, que, claro está, se lleva la palma, con más de 500 millones.
Pratchett murió hace poco más de dos años, en marzo del 2015, tras ocho años con alzheimer. A su amigo del alma, el también escritor de fantasía Neil Gaiman, le dejó el encargo de que "todo aquello en lo que estuviese trabajando en el moment de su muerte, junto con sus ordenadores, se colocaran en medio de una carretera y se destruyese con una apisonadora". Lógico. A ningún escritor le gusta que publiquen textos suyos sin haberles dado el visto bueno final. De modo que sus deseos se han visto finalmente cumplidos y, a principios de este mes de septiembre, la apisonadora -una vieja John Fowler & Co., por la cosa retro- ha cumplido su cometido.
El administrador del legado de Pratchett anunció el hecho con dos tuits. En el primero aparece el disco duro en cuestión, intacto. A continuación, el segundo tuit: el mismo disco dura convenientemente hecho añicos. Y, como en este mundo todo tiene valor, ni que sea simbólico, ese disco duro descuajeringado se exhibe ahora con todos los honores en una gran exposición que la semana pasada se inauguró en el museo de la ciudad de Salisbury -El mundo de Terry Pratchett- que glosa la vida y las obras del novelista. Estará abierta hasta mediados de enero del próximo año.
Es un caso en las antípodas del de Franz Kafka. En vida, sólo publicó algunos relatos y, antes de morir, pidió a su amigo Max Brod que destruyese todos sus manuscritos, para que no los publicasen tal como estaban, sin acabar. Pero Brod no le hizo ni puñetero caso y, poco a poco, fue publicándolos, inconclusos o no: El proceso, América, El castillo, La muralla china, Carta al padre, La madriguera... Muchos de nosotros estamos agradecidos a Brod por haber traicionado a su amigo y habernos permitido disfrutar de todas esas obras, maestras a pesar de faltarles el toque final. Salvando la distancia entre un escritor y otro, igual la apisonadora de Pratchett nos ha privado de alguna obra que nos hubiese deleitado. Pero ahora es ya demasiado tarde para saberlo.
Quim Monzó a Seré Breve
del Magazine de La Vanguardia
1 comentari:
Hi ha Pratchett i Pons traient el cap
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