El día en que se abolió oficialmente la propiedad privada
nadie se acordó de Marx. Sí hubo quien tarareó una vieja canción del siglo
pasado, que venía a decir algo así como ”imaginad que no hay posesiones”. John
Lennon se llamaba el cantante, y ese disco en concreto està ahora en el Museo
del Capital. Pero fueron pocos los que se acordaron, al fin y al cabo era una
tonteria: pues claro que es fàcil imaginarlo, un mundo sin posesiones. ¿Cómo
iba ser de otra manera? Sobre todo, desde que la gente dejó de tener dinero
para comprarlas. Fue poco a poco, y después de golpe. Al principio, solo las
casas dejaron de tener comprador. Eso fue en la primera década del siglo, hará
unos cuarenta años. Con el desempleo y los precios disparados, los pisos se
empezaron a vaciar, y las construcciones se quedaron a medias. Las familias
volvieron a vivir juntas, y los jóvenes crearon las primeres comunas, por
necesidad. No pasó nada, pero llegó el turno de los electrodomésticos, de la
ropa, incluso de los artículos de diseño. Lo nuevo no valía nada porque costaba
demasiado, y la gente empezó a intercambiar las cosas, el televisor de la
habitación del niño por un abrigo que a otro se le había quedado pequeño. Las
fábricas, que ya no tenían que producir, fueron cerrando. A la desesperada, los
gobiernos buscaron una solución y se abolió el euro; alguna monedes y billetes
se conservan también en el Museo del Capital, junto con otras de las llamadas
monedas nacionales, que después de ser restauradas en un último intento de
controlar la situación fueron desechadas de nuevo. A falta de dinero, la gente
se había acostumbrado a vivir sin él, y el poco que circulaba volvía a los
bancos, que también acabaron cerrando, porque como habían tenido por norma
rechazar los créditos, ya nadie los pedía. El flujo del capital se detuvo, pero
el mundo se siguió moviendo. Los gobiernos empezaron a repartir vales para los
servicios básicos, y así se llegó al día en que ya nadie tuvo que comprar nada.
Ahora todo circula y se reaprovecha. Supongo que es lo mejor, pero algunos aún
recordamos con nostalgia las épocas en que de pronto todas las tiendas se
llamaban igual, “Rebajas”, o “Descuentos especiales”, decían los carteles, y
visitamos el Museo para tocar, aunque sea un holograma, una tarjeta de Crédito.
Cosas de la edad.
Isabel Gómez
Melenchón en el número 500
del suplement Cultura|s de La Vanguardia del 18/01/12
en el que els col·laboradors/es s’imaginaven el Món en el 2050
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